Las células cerebrales necesitan un suministro constante de oxígeno fresco y glucosa para funcionar adecuadamente. Un ictus o ACV (o accidente cerebrovascular) hace referencia al trastorno en el que un coágulo de sangre o una rotura de la arteria o vasos sanguíneos impide el flujo normal de sangre a una zona específica del celebro. Cuando esto ocurre, la falta de oxígeno y glucosa hace que las células cerebrales mueran y resulta en un daño cerebral que puede afectar a mecanismos tales como el movimiento, el habla y la memoria.
Hay dos tipos principales de ictus que pueden ocurrir, el ictus isquémico y el ictus hemorrágico. El ictus isquémico supone casi el 75% de todos los ictus y ocurre cuando un coágulo de sangre bloquea el flujo de sangre al cerebro. Este coágulo de sangre puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo, desprenderse para pasar a ser un émbolo de libre flotación, llegar al cerebro por el torrente sanguíneo y causar un ictus isquémico. Los ictus hemorrágicos se deben a la rotura de un vaso sanguíneo o arteria. Esto puede deberse a una serie de razones como un traumatismo o lesión en la cabeza o hipertensión.
Los síntomas del ictus pueden variar de un caso a otro. En algunos casos, los síntomas pueden desarrollarse gradualmente y aparecer y desaparecer durante unos cuantos días. En estos casos, la persona podría no saber que ha sufrido un ictus hasta transcurrido bastante tiempo. En otros casos, los síntomas pueden aparecer de repente y sin aviso alguno. Cuando esto ocurre, el ictus generalmente es más grave.
Los síntomas del ictus incluyen:
Las consecuencias y síntomas del ictus dependerán de la parte del cerebro afectada y cuánto se ha dañado el tejido y las células. También hay ictus que no causan ningún síntoma, conocidos como ictus silenciosos.
Hay dos tipos principales de ictus, el isquémico y el hemorrágico. El ictus isquémico se debe a:
Un coágulo de sangre que se forma en una arteria estrecha (ictus trombótico) o un coágulo que se forma en otra parte, se desprende y va al cerebro a través del torrente sanguíneo (ictus embólico). Las arterias coaguladas por una acumulación de placa también pueden resultar en un ictus isquémico.
La causa de un ictus hemorrágico es la rotura de un vaso sanguíneo o arteria en el cerebro. Cuando esto ocurre, la sangre se filtra en el cerebro y afecta al tejido y a las células cerebrales en las zonas circundantes. Un aneurisma también puede causar un ictus hemorrágico.
Si aparece alguno de los síntomas del ictus, llame al 911 o lleve a la persona afectada a urgencias inmediatamente. Cuanto antes reciba la persona atención médica y tratamiento, mejores serán las probabilidades de recuperación. Los médicos necesitan determinar la causa del ictus lo antes posible y decidir qué tratamiento revertirá mejor la situación del ictus.
Hay algunos pasos que pueden seguirse mientras se espera a la ambulancia y al diagnóstico del médico, como por ejemplo.
Una vez en el hospital o emergencias, el tratamiento del ictus dependerá de la gravedad del ictus y en qué lo ha provocado.
Tras sufrir un ictus, la recuperación puede llevar mucho tiempo. Podrían haber complicaciones y problemas relacionados con el funcionamiento diario, como el habla, movimiento e incluso pensar, que podrían o no mejorar con el tiempo y el tratamiento, dependiendo de la gravedad del ictus.
Una dieta para los pacientes con ictus hace hincapié en el consumo de verduras y frutas frescas, carne magra y cereales integrales. Una dieta saludable y equilibrada es esencial para mantener unos vasos sanguíneos sanos así como el suministro constante de vitaminas y minerales. Estas vitaminas, minerales y nutrientes luchan contra los daños provocados por los radicales libres del cuerpo y mejoran la oxigenación de los tejidos y células necesarios para la curación y recuperación. Algunas sugerencias para la dieta del ictus son:
El ictus es la tercera principal causa de muerte en EE.UU. hoy en día pero hay algunos pasos simples que puede seguir para evitar el ictus. Estos pasos incluyen: